sábado, 7 de diciembre de 2013

Fotograma a fotograma: "La misión".




TOTO Y ALFREDO LA MISIÓN


Desde que comencé a escribir en internet, una de las películas hacia la que más me inclinaba a tratar era "La misión". Durante este periodo la pereza de revisitarla o la incesante necesidad de abarcar mucho estilos de cine en la página hicieron que me olvidara de ella. Es curioso como los azares profesionales se han entremezclado así , de manera imperativa, estaba realizando un estudio de su temática. Aprovecho aquí para tratar de manera sencilla la cinta en su plenitud técnica y material. La obra de Roland Joffé no sería igual desde la filmación de ésta su segunda película arrastrada por polémica. Si bien la recepción de los espectadores fue un aplauso cuasi unánime no es aplicable dicha  actitud a la crítica. En Cannes no dudaron, mira que la competencia era ardua, en darle el mayor premio además de considerarla mayor logro técnico; los Globos de Oro también la adoraron pero en los Oscar fue galardonada con  la indiferencia, sólo se premió la excelsa fotografía. La crítica en diversos, casi siempre certeros, análisis mostraron un muestrario de opiniones de lo más contrastadas. Es pues un honor poder compartir con vosotros mi humilde opinión, eso sí, requiere tener visionada la cinta.




Así la Tierra como en el Cielo.

 La película nos introduce de lleno en una sudamérica colonial dividida. Por un lado, España y Portugal se reparten las tierras por el Tratado de Madrid para solventar antiguas disputas territoriales. Por contra, los jesuitas emprenden la díficil tarea de evangelizar las tribus indígenas, endogámicas, hostiles que no dudan en crucificar a un misionero para ulteriormente precipitarlo por las hermosas cascadas del Iguazú. A los estados europeos la tarea humanizadora de los emisarios de la Iglesia les impide desarrollar su conquista, al fin y al cabo, muchos de los pueblos foráneos sí se han reunido en las misiones, evangelizados, desarrollados e independientes. Éstas misiones tienen una organización autosuficiente con un alto desarrollo de la agricultura, si bien se rigen por las creencias relgiosas, sus funciones y estratos son muy parecidos a una comuna, a lo que se supone que debió ser el comunismo. La institición de La Iglesia se encuentra en un momento precario y para afianzar su poder mandan a un alto cargo, Altamirano, para que opte -con nulo poder de decisión- por disolver las misiones o mantenerlas como obra cristiana. La decisión se torna en conflicto, tragedia.


 En esta historia humana pero con "inconsistencias" históricas es fácil descubrir que,  por ejemplo la misión de San Carlos que aparece buena parte de la cinta radicaba en Paraguay o la visión de los conquistadores es algo extrema -pese a que su brutalidad sí es un hecho histórico-  y demás desajustes históricos encuentran un fin, los autores se "limitan" a contar un discurso propio. No por ello justificamos las decisiones de nuestro país, en el que Cortés  o Pizarro se apropiaron por la vía violenta de una nación subdesarrollada,  no obstante, estudiados en nuestros colegios como meros descubridores sin el necesario apelativo de "tiranos".
 El reparto de esta película estrenada en 1986 cuenta con un Robert de Niro en plena forma, en su etapa de madurez más recordada; al siempre más diligente de lo exigido Jeremy Irons (lástima que no tuviera en cine todos los grandes papeles que merece) y Ray McAnnally, en el papel más lucido de la película, que le reportó muchas alabanzas. Este trío son respectivamente el esclavista español Mendoza, el padre Gabriel y Altamirano, en torno a los cuales gira, en buena medida, la cinta. Destacan Aidan Quinn en un papel  breve y puramente instrumental en el guión (lástima que este actor escoja o sólo le dejen elegir papeles tan flojos, suiendo ésta una de sus mejores interpretaciones); un jovencisímo Liam Nesson como el jesuita Fielding un papel de refuerzo, sencillo, pero bien llevado y un inmenso Chuck Low como representante de España en las colonias acompañado por el insidioso Ronald Pickup, el homólogo conspiranoico portugués.







El oboe de Gabriel




En este estupendo documental de la BBC sobre el maestro Ennio Morricone, el autor -junto a muchos profesionales,grandes directores, etc- habla de sus trabajos. Uno de ellos es la banda sonora de esta cinta. La monumental, genunina, hermosa música del imprescindible autor que de sus más de 500 trabajos siempre hay algo interesante a descubrir. Incluso ahora con su íntima y desquebrajada música para "La mejor oferta", una de la películas más disfrutables que he visto en salas este año. El que estudiara en el colegio con su muy amigo Sergio Leone ha sido criticado, a veces con razón, de como su música se sobrepone ante la propia película resultando de una notoriedad  excesiva. No lo comparto. No es la primera vez que hablamos de su trabajo en el blog, hace tiempo escribí un artículo, fácilmente actualizable, recopilando mis temas favoritos del maestro pero es imprescindible hacer un inciso especial en esta obra concreta. Morricone afirma que el trabajo fue especialmente técnico por muchos elementos. Primero, tenía que conjugar la música postrenacentista, con la nativa con la conjugación de ambas, es decir, la visión de los nativos de la música occidental. Esta vez, además, la tuvo que componer, conducir y orquestar de la manera habitual. Al contrario de sus trabajos con Leone y Tornatore, por ejemplo. Por ende, no compuso hasta estar la película rodada y montada, es decir, en las últimas fases de postproducción.
Hay una anécdota que bien representa su innata capacidad. Cuando Gabriel toca el oboe por primera vez, tras escalar la cataratas del Iguazú, ante los nativos Jeremy Irons tuvo que improvisar una canción. Morricone, al ver la escena, se vió sumamente restringido a esas pulsaciones y tuvo la difícil empresa de adaptar su composición al ritmo marcado teniendo a su vez que encajar en el contexto propuesto para evitar cualquier tipo de anacronismo. El resultado sería el tema Gabriel´s Oboe uno de los más representativos de la banda sonora.





Como bien explican en la BBC, la música aquí tiene una función de salvación, la música no es sólo un elemento relegioso sino moral, el hombre se rige por ella como en la búsqueda de seguir la razón, hacer el bien. Éste elemento se refuerza en la película en varios momentos concretos que me lleva a elaborar una pequeña teoría: El oboe de Gabriel.
En primera instancia la música suena ante los nativos, como acabaís de ver, su inmediato estímulo es el miedo pero pronto se alcanza la curiosidad. Más adelante, el Altamirano atestigua como los indios son capaces de confeccionar maravillosos instrumentos -en contraposición de la ruptura del oboe- pero no sólo eso, son capaces, a su manera, de interpretar música sensible, compleja. Esto provoca estupefacción en un incrédulo Altamirano. En la última escena del film, cuando la tragedia ya se ha desarrollado este representante de Dios en la tierra dice: "Así pues, Vuestra Santidad, ahora vuestros sacerdotes están muertos, y yo sigo vivo. Pero en verdad soy yo quien ha muerto, y ellos son los que viven, porque como ocurre siempre, el espíritu de los muertos sobrevive en la memoria de los vivos. El mundo no es así, nosotros lo hemos hecho así, yo lo he hecho así".
Obviando el rotundo sentido de dicha afirmación, esa escena va acompañada de lo que, a priori, parece un recurso meramente estético. Una niña desnuda, el ser humano en la naturaleza, se dirige a una embarcación para huir con otros niños al bosque. A priori, la escena parece trágica, en ella reside un elemento conciliador. Ante ella aparecen un candelabro y un violín. Se agacha para recoger el violín volviendo a la canoa. La música es pues un instrumento, una herramienta, que reside en última instancia en los pueblos autoconscientes, supone el camino de aprender del hombre. Es su salvación. Por supuesto, el Altamirano, no  comprende que la repercusión de sus crueles actos no impide completamente que la brújula moral de las personas, como sí lo hace la suya, se desoriente ni un ápice.
Esta brillante metáfora se ve reforzada durante toda la película por la orquestación de Morricone que como la voz de un pueblo -con no poca  épica- atestigua el intervencionismo ajeno de los pueblos conquistadores, ellos son temibles y cruentos, pero en manos de los misioneros aprenden una lección discutible pero infinita. 









Palabra e Imagen




El inglés Roland Joffé,  especialista en  dramas históricos con resultados muy irregulares -merece la pena revisitar su "Vatel"- tras triunfar dos años antes con la magna "Los gritos del silencio" decidió contar para su siguiente proyecto con  su compañero de  fotografía Chris Menges.
 Menges compañero del irlandés Jim Sheridan en varios trabajos,  al que le debemos la excelente fotografía de la, como mínimo muy reividicable "Los tres entierros de Melquiades Estrada" realizó aquí, quizás, su mejor trabajo. La función de la fotografía en "La misión" es uno de los elementos claves. Acertó de pleno al mostrarnos el norte de Argentina tanto como un lugar inhóspito, hostil  como, bien mencionado en el guión paradisíaco. El contraste entre las hermosas cataratas y las apacibles misiones es palpable. Su aportación se apoya en una perfecta escenografía y la mejor dirección de Joffé. El trabajo visual es simplemente precioso. La redención de Gabriel, el asalto a la misión de San Carlos o la profundidad de campo de los entornos selváticos son reforzados por un trabajo impoluto. El escenario, al igual que la música, se convierte en un personaje propio. Habla por si sólo.Sustenta y cataliza las pasiones de los protagonistas,  nos hace comprender la belleza de un lugar salvaje, primigenio y las consecuencias que tiene la intervención del hombre en el mismo.






Pero no sólo de actores, músicos o fotográfos vive una película. El cine se tiene que sustentar en una buen historia. El guión de la cinta es detallista, minucioso, carente de cualquier  clase de arbitrariedad. El guión no apuesta por un documento histórico veraz, simplemente se basa , en un hecho acontecido pero centrándose en las confrontaciones de sus protagonistas. La película se va matizando en los rotundos diálogos. Contrario a lo estipulado por muchos, la visión del intervencionismo de imposible viabilidad es criticada hasta por los propios jesuítas. El conquistador es brutal y somete las culturas pero en las ciudades es capaz de hacer que los nativos sean felices. En el fondo los maniqueísmos falsamente hallados en el guión por muchos son fácilmente desmentibles. Eso sí, su rotundidad, su búsqueda de la universalidad es algo que legítimamente divide opiniones. El libreto, no obstante, está a cargo de Robert Bolt. En sus más de 20 trabajos es necesario recalcar sus colaboraciones con David Lean. A él le debemos la adaptación de "El doctor Zhivago" , la coescritura del guión de otro mito como es "Lawrence de Arabia" pero, sobretodo, su maestría queda demostrada con su completa autoría de uno de los clásicos perdidos de Lean, la triste, "La hija de Ryan". La mano experta de Bolt se hace notar con diálogos brillantes, numerosas referencias biblícas, una visión de la historia heredada de las tragedias helénicas  y uns estructura  de tres actos clásica con un disurso contemporáneo capaz de remover conciencias. El buen trabajo es sencillo a la hora de estudiar, por ejemplo, la compañia de Jesús, la representación del ideal jesuíta es simplemente increíble consigue recuperar toda su esencia sin emitir demasiados juicios de valor.



Un joven Liam Nesson en Toto y Alfredo



 



 Esclavista y Jesuíta

De Niro e Irons


 Padre Rodrigo (De Niro) – Padre, vengo a que me bendiga.
 Padre Gabriel (Irons) – No. Si obra bien, Dios le bendecirá. Si obra mal, mi bendición no le servirá de nada. Si la fuerza es lo que vale, no hay lugar para el amor en el mundo. Puede que sí, que así sea, pero yo no tengo ánimo de vivir en un mundo así, Rodrigo. No puedo bendecirle.

Es notorio el uso de enfrentar roles para mostrar una idea compleja, certera pero ni rotunda, ni única. En esta película es un recurso habitual que prácticamente se utiliza en todos los personajes. Recordemos los más sugestivos.
Mendoza, en sí mismo, representa la dualidad. De Niro, interpreta a un personaje descarriado, concupiscible cuyo entrenamiento en los instintos más básicos lo convierten prácticamente  en un animal. Esos instintos  desarrollados al paroxismo son los que le maldicen. La muerte de su hermano no es sino la involuntaria manifestación de aquellos. Bajo su propia reclusión, el duelo según las leyes es justo, vive con una conciencia que no para de reprocharle su falta de eticidad. En ese momento aparece el padre Gabriel, conocedor de sus brutales prácticas esclavistas,  le ofrece un camino a su redención. Mendoza, cual Sisífo, porta con sus pertenecias (es fácil vislumbrar caros adornos y material bélico) atadas a su cuerpo bajo una cuerda que une a ambos, el hombre  lucha con sus acciones previas en busca del perdón. Fielding (Nesson irreconocible) le reprocha a Gabriel cuando acabará el estúpido castigo y éste le responde: "Sólo Dios lo sabe." El duro peso consiste en alzarse con todos sus bienes pasados en una escalada por las cataratas. Mendoza no busca el perdón divino, ni siquiera de los creyentes, el motivo de su ascenso es el perdón por los propios guaranis a los que tíranicamente otrora sometía. Responde ante ellos, y en un gesto de la mayor benevolencia, éstos le admiten no sin titubeos o intervención jesuíta. Se deshace de la carga. Nace una persona nueva.





En el último tercio de la cinta, el nuevo Mendoza, ordenando aprendiz jesuíta realmente comprende el fin de las acciones del órgano de La Iglesia que por ideología debe abandonarla. El no es un hombre de paz, aunque crea en ella, como si del eterno retorno se tratara ha de luchar ante la amenaza de los gobiernos con los que antes compartía reuniones. Cual  fatum, un joven niño descubre en la casacada su antiguo florete. Embarrado. No duda en darsélo, bajo tales circunstancias  Mendoza convence a la mayoría de los jesuitas  para utilizar los métodos violentos, aparentemente, por fin justificados. La espada es, también,  un elemento catártico.
Gabriel por contra es un hombre de fe,  meditativo, cree en la coexistencia pacifíca. Así que mientras son asediados opta por reunir a su causa a niños, ancianos, desválidos y creyentes. Ambos caen en la lucha. Pero Mendoza vislumbra un momento trágico, ese pueblo gauraní que escolta su predicador sí son hombres (en contra de lo que acomodaticiamente creían los conquistadores). Como tales, capaces de aprender, cuando caminan en la profesión se encuentran con las fuerzas portuguesas -moralmente conflictuados excepto por unos indígenas prácticamente lobotomizados que habían reclutado- abriendo fuego a su paso. Gabriel cae pero su testigo es recogido, la procesión procede inexorablemente. Puede que la pasividad de  éste no tuviera razón pero es manifiesto que Mendoza estaba errado. Así se acaba el dualismo entre el camino de la guerra y el de la paz, sin vencedores, sólo víctimas.



Por otro lado, estaría el contraste de los dos hermanos, el de España y Portugal (el primero Estado cristiano el otro aconfesional pero en el fondo igual de malévolos), entre las naciones poderosas y la tierra explotada...
Sin ninguna duda, el más polémico, por la visión de la Iglesia que hace es la contraposición entre el modus vivendi de los jesuítas y la visión burocrática, politizada, decadente de la institcuión. Sabido es que a lo largo de los siglos (por ejemplo el tribunal de la Inquisición española), la Iglesia más que ayudar al ciudadano  ha empeorado su camino. Muchas de las peores decisiones políticas han sido suyas. La siempre necesaria imposición como Institución relevante ha llevado a cometer fechorías imaginables. Altamirano representa todas ellas. El opulento emisario, vestido con grandes trajes y pelucas, es incapaz de tomar la decisión correcta, incluso la decisión que le impone su fe, su ineptitud y soberbia provocan al tragedia y él castigado vive consciente de la grandeza de los hombres que murieron defendiendo una ideología, que si bien partía del expansionismo occidental (errado siempre por su incapacidad de respetar las culturas originales), buscaba ayudar a los más desfavorecidos no como él que sólo hinchaba su ego. Gabriel, por contra, representa históricamente a las decisiones humanizadoras propiciadas por la religión católica, también, muy numerosas. Es un hombre culto, estoico y refinado que no duda en adentrarse en lo desconocido con sus deshilachados ropajes y un oboe. Tiene unas creencias firmes e intransigibles. Vive por/para mejorar la vida de los abandonados, pobres o desfavorecidos. Llega incluso a afirmar que las propias misiones -por las que siempre ha luchado- son un error en su humildad y consciencia de los males de la, ahora llamada, globalización. La visión de Bolt es manifiesta, las acciones de los órganos eclesiásticos por su jerarquía son erradas pero en esa institución residen hombres buenos capaz de mejorar su entorno, siendo paradojicamente, una labor harto necesaria. Es un tópico pero se manifiesta de manera profunda y maestra.




Antígona


Dos hermanos, Toto y Alfredo


Hablar de ésta como una película  observada simplemente desde el prisma de la religión es tan pueril como afirmar que se limita a tratar el amor, la caridad, la coexistencia pacifíca, la belleza, la miseria o caulquier otra cosa. Estos temas simplemente inciden indirectamente enriqueciendo el conflicto strictu senso en busca de su sublimación artística. Decía el filólogo clásico alemán Karl Reinhardt  sobre Antígona de Sofócles: "se desarrolla única y exclusivamente una lucha, una forma de ser se dirige contra la otra, desplegando su pro y su contra y, simultáneamente, los ámbitos que entran en conflicto son más amplios y más esenciales, tienen un mayor alcance tanto por su elevación como por su profundidad y el antagonismo llega a cuestionar la diferencia entre los imperativos humanos y los divinos, entre los preceptos efímeros y las normas eternas. De esta manera, al llegar al final se vuelve a una especie de ‘dialéctica’ que, sin embargo, no se ha pretendido, sino que es consecuencia de la manera de ser y de la situación peculiar de ambos centros... [Antígona]... es un fenómeno nuevo del teatro ático..., una colisión gradual y continuada que se dirige hacia un final oscuro y pasa de una a otra situación, cambiando de un lado a otro, ya no como una contraposición de actitudes ni un destino contra otro, sino una voluntad frente a otra, un poder contra lo que se le resiste, una acción contra otra..., la experiencia teatral en la que lo divino se complace en descubrir lo humano en su humanidad y en transformar intenciones y objetivos en destino y fatalidad". Muchos conocereís esta tragedia en la que una joven hija de Edipo, con afán de entterrar a su difamado hermano Polinices (conquistador de su Tebas), se enfrenta a Creonte el acomodado dirgente de la ciudad. La abstracta interpretación de Reinhardt es perfectamente extrapolable en este caso. De hecho, la intención de los autores parece favorecer esa visión del conflicto humano, sin ataduras ni fines concretos, que se enriquece del contexto pero no sustenta el resultado. Con esta observación es fácil comprender la universalidad de la película, esa que a los críticos más puristas, a literatos claudicantes metidos a analistas de cine parece provocar tanto aburrimiento incapaces de entender el fin de este tratado cinematográfico. En "La misión" a través de dicho enfrentamiento dual entre fuerzas, aquí múltiples, se abordan un amplio abanico de temas pero ninguno de ellos con pretensión distinta a la reimaginación estética y emocional. De esta manera consigue ser disfrutable para el gran público dada la inmensidad de su propuesta, instintivamente digerida, aún más realzada gracias a la colaboración  de Menges, Bolt y Morricone. 


Irons en Toto y Alfredo


La de Joffé es una obra  inefable,  como en el fondo cualquier película que se precie,  siendo un evidente referente guste o no. Lo es por su propio, libre lenguaje, por la suma de artes previas, por su imperfecta perfección de lo que debe significar el cine. No voy a entrar en el yermo -eterno- debate sobre su concepción artística como medio, no quiero resultar tan plomizo, ni volver a renegar de la penosa clasificación de las artes por una jerarquía que comprendo y no comparto donde el cine se sitúa por debajo del teatro o la literatura. Concluyo pues, pese a haberme traicionado, diciendo llanamente que "La misión" es una representación grandilocuente, trágica, filosófica, ingenua, bella de lo que es el ser humano. Es una lección de buen gusto, de gran cine.






No hay comentarios:

Publicar un comentario